
Decía el abuelo de un amigo que sólo le tenía miedo a dos cosas: a los chinos y a los pendejos. A los chinos porque son un chingo y a los pendejos porque son más. Desde mi perspectiva eso es algo muy cierto, y para muestra basta todo lo que escuchamos y vemos en las noticias día con día.
Un ejemplito de pendejez, sazonada con bestialidad:
La señora Otty Sánchez, de 33 años, fue encontrada en su casa de Texas, sentada en un sillón y gritando que había asesinado a su hijo. Hasta esta parte todo parece formar parte de la cotidianeidad violenta de nuestro mundo, si no son narco matando narcos son estudiantes pegándole de tiros a sus compañeros o novios cometiendo crímenes pasionales. Ahora toca el turno a las madres decapitando a sus hijos.
En efecto, los gritos de la mujer se tradujeron a una escena espantosa, terrible, pues los policías encontraron el cuerpo del pequeño de tres semanas sin cabeza y con varias heridas de arma blanca. Asimismo, la mujer contaba con heridas del mismo tipo que lla misma se inflingió en el pecho y el abdomen.
Los agentes confiscaron un sable (¿quién tiene un sable en su casa?), un machete y cuchillo en la escena del crimen. Después, y aquí viene lo verdaderamente macabro, escucharon decir a la homicida que el diablo le había pedido que asesinara a su hijo.
What the fuck!!, habrán pensado los oficiales. ¿A poco usted no?, malvado lector.
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