
Desde que comenzaron las movilizaciones del Sindicato Mexicano de Electricistas, sus miembros no habían tenido tan buena idea como de la que me enteré hoy en las noticias: irse a huelga de hambre.
Déjeme contextualizarlo, lector. El gobierno mexicano terminó con las funciones de una cuaternaria institución llamada Luz y Fuerza del Centro (en adelante LyFC), decisión definitiva e inapelable. Pero algunos rijosos del sindicato (liderados por Martín Esparza) empezaron a manifestarse en contra (porque Martín Esparza no quiere perder poder económico). Así, estos revoltosos ocasionaron "caoses" en la ciudad más grande del mundo y desquiciaron a cuantos pudieron. Y así llevábamos semanas, hasta hoy...
Decía que fue una buena idea por dos razones: la primera, aquellos que sigan a los lidersuchos y en verdad dejen de comer (no como los lidersuchos, que antes de empezar la huelga se atascaron de guajolotas y atole p'aguantar), al final del día dejarán de existir y por tanto ya no serán un "pein in di as" para el pueblo; la segunda, cuando otros tantos inteligentes vean que en realidad los lidersuchos desayunan, comen y cenan a sus espaldas mientras ellos apenas toman agua, desertarán e irán a cobrar sus liquidaciones.
Sea como sea, muertos de hambre o decepcionados, aquéllos inverbes que alguna vez creyeron en el sindicalismo protector tendrán la oportunidad de abrir los ojos o cerrarlos para siempre. Mientras dejen de molestar a la ciudadanía, me da lo mismo.
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