29 de mayo de 2009

Gajes del oficio

Hace tiempo, en mis años de estudiante universitario, una maestra de cierta materia que tenía que ver con el periodismo le contó a mi grupo una historia:

Esta profesora era, antes de dedicarse a la docencia, una gran reportera (o por lo menos de eso se ufanaba) que en sus inicios tuvo grandes maestros (o por lo menos eso decía). Uno de ellos le contó otra historia. Este sensei cubrió la matanza de Acteal, conflicto que muchos recordarán, pues justo en el poblado del mismo nombre, el Ejército Zapatista y de Liberación Nacional (EZLN) asesinó, mientras rezaban en la iglesia, a 45 indígenas tzotziles (eso dicen los archivos de algunos medios).

Cuando el gurú llegó al lugar se encontró con dos pilas de cadáveres. Sí, cuerpos amontonados y dispuestos para quién sabe qué. El caso es que, siguiendo su instinto reporteril, husmeó por los alrededores y, de pronto, vio que algo se movía entre las pequeñas montañas humanas. ¿Un brazo? ¿Una pierna? Se acercó entre temeroso y excitado y comprobó que uno de los hombres vivía. Los ojos del reportero centellearon, le vinieron a la mente miles de preguntas para hacerle al sobreviviente. Se aproximó al indígena y al verlo moribundo la duda le lleno la cabeza: ¿lo ayudo o lo entrevisto?, pensó.

Sacó su grabadora y, sabiendo que podía ser la última declaración de aquel sujeto, le dijo: ¿quién fue? (Gran pregunta, enorme, como su frialdad). El otro, que ya estaba más cerca de dios que del diablo, contestó: El Ejército Nacional. Acto seguido, frente a los ojos de un reportero más preocupado por la respuesta que por la vida de ese individuo, murió.

Y así son muchos, ellos saben cuál es su función en el mundo: informar, no ayudar o ser buenos samaritanos. Y hasta cierto punto tienen razón, porque no sería justo vivir bajo la sombra de los dilemas morales que supone la profesión.

Por eso cuando me mandaron la liga para este video recordé la historia que les relaté y, sobre todo, me impresionó la frialdad de esta mujer, que con tal de sacar la información pasó por alto la gravedad de la situación.

Ah, se me olvidaba, ¡salud!


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