30 de marzo de 2009

Silencio, ¡por favor!


La mesa cubierta con un paño corriente, los micrófonos que presumían su cable negro, un cuarteto de escritores sentados con sus gestos ciertamente altivos y las botellas de agua junto a los vasos vacíos: si, la presentación de un libro.

Pero no fue el olor a cloaca que se colaba por la puerta principal del recinto o el vino de dudosa calidad y nulo sabor que sirvieron para el brindis lo que llamó mi atención, sino el discurso de un colega escritor cuyo nombre no mencionaré (por mera diplomacia).

Me sorprende que, a pesar de un arduo trabajo de reevaluación de los hechos, no he podido recordar lo que aquel individuo comentaba. La idea central de su monólogo (si es que existía) se perdió en una maraña de ideas, referencias, citas, alusiones, trastabilleos, felicitaciones y largos respiros acompañados de tragos de saliva para refrescar su garganta.

Mintió. Segundos antes de martirizarnos con esa parafernalia había prometido que hablaría poco. Los quince minutos que duró “eso” me parecieron horas interminables. A juzgar por los rostros de la mayoría de los invitados, ellos sentían los mismo.

Pero los presentes corrimos con la suerte de que, en un mini momento, aquel hombre nos mirara y se percatara de lo que sucedía. Con la gracia de su magnificencia emitió una corta y nerviosa sonrisa antes de disculparse por monopolizar el micrófono y ceder la palabra…

Y es que todos tendemos, en nuestro muy particular mundo color (elija el suyo), a olvidar para quién hablamos.

Y hablando de olvidar, antes de que me suceda, el libro se titula Los Materiales, el autor es un joven de cara amable llamado Hugo García Manríquez y quien repartirá las regalías (al autor, esperemos) es Tierra Adentro. Es un poemario, antes de leer aclare su mente y recuerde estar abierto a nuevas ideas.

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