30 de noviembre de 2010

Para todo mal...


Se sabe, etílico lector, que en México somos aficionados a la bebida. No pretendo asegurar que todos los mexicanos le "pegan al vidrio", pero, afrontémoslo, "la mayoría" es una aproximación real. No está mal que a uno que otro le guste beber, una, dos, tres cubitas, digestivo para que baje la comida, su Nochebuena cuando es temporada, tequilita pa'l nacionalismo, champaña (si le alcanza) y para todo mal, mezcal; para todo bien, también.

Dice un conocido mío que el mezcal es una bebida peligrosa, que cuando una persona se embriaga, los efectos de éste la incitan a hacer y decir (incluso pensar) cosas inimaginables. Yo aún no lo compruebo (del todo). Podría decirse entonces que el mezcal, en exceso, vuelve loco a alguien, tal es el caso de la ex gobernadora del estado de Zacatecas, Amalia García.

Ella siempre fue buena, noble, considerada con sus gobernados, jamás estuvo involucrada en grillas ni problemas derivados de su profesión (política), hasta que conoció el mezcal y ahora, en la mira de todos los medios de comunicación, debe defenderse con uñas y dientes por diversas acusaciones, temas de dinero mal habido, claro.

¿La historia? Mera suposición. Por lo menos el principio. Amalia gobernaba con salud física y mental, pero algún compadre productor le dio a probar este mexicanísimo elixir. Su afición fue creciendo y creciendo hasta que, ciega de vicio, decidió adquirir, en mayo de 2010, nada más y nada menos que 3 mil 448 botellas de dicha bebida. Si usted cree que eso es excesivo, lea el costo: 999 mil 920 pesos. Todo a través de la institución denominada DIF (Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia).

Estoy seguro de que todas las familias zacatecanas que requieren desarrollarse integralmente se vieron beneficiadas con su botellita de mezcal, o de menos con el traguito que les tocó, porque, repito, para todo mal, mezcal; para todo bien... ¡Bah! Pregúntele a Amalia.

29 de noviembre de 2010

La sopa


El fin de semana me encontré una Día Siete viejita. Antes, esa revista dominical (que no dominguera) tenía un aspecto agradable, pero ahora (supongo que gracias a la crisis) está llena de anuncios y no me inspira mucho. Sin embargo, el contenido se mantiene superior a la forma. Pero ese no es el punto, estimado lector. Resulta que, mientras hojeaba el ejemplar, apareció ante mí un artículo de Carmen Boullosa.

En él, la escritora habla de la sopa, sus orígenes, sus formas, y luego deriva en cuestiones sociales que ya me da un poco de hueva describir. La sopa. La sopa. La sopa...

Cuando yo era un mozuelo, mis padres trabajaban (hoy están felizmente jubilados) y no tenían tiempo de pasar por mí a la hora de la salida. Afortunadamente para ellos, la escuela contaba con el servicio de medio internado; había maestras que nos guiaban con las tareas y, por supuesto, un comedor.

Una de las exquisiteces más reconocidas de la señora que intentaba cocinar todos los días era la sopa de lentejas. Usted no lo imagina, pero cuando se corría el chisme de que servirían eso, tanto mis compañeros como yo temblábamos de terror. Junto con la olla que la contenía venían consecuencias terribles: regaños por no querer entrarle al manjar, vómitos espontáneos por tan solo olerlo y berrinches épicos que terminaban en un "tápate la nariz y fondeala".

Dice Boullosa que la sopa debe ser un plato vigorizante. Creo que si ella hubiera sufrido como yo, se contestaría a sí misma: "vigorizamesta, güey".

19 de noviembre de 2010

¿Dónde estacioné a Rodolfo?


Ni se imagina usted, lector, lo que significa repartir regalos toda la noche, en millones de casas, y sólo recibir unas cuantas galletas con un vaso de leche a cambio. Sé de buena fuente que a Santa ni le gusta la leche (es intolerante a la lactosa). El suyo (no el de usted, el de Santa) es un trabajo ingrato, gratuito y poco apreciado, porque, hay que reconocerlo, los mocosos sólo se acuerdan del gordito en diciembre, y sólo un par de semanas antes de que llegue; cuando reciben sus regalotes, los muy ambiciosos olvidan al de rojo y apuntan hacia el interés de los tres monarcas.

Póngase en los zapatos (o más bien en las botas) del Sr. Clause. Por eso no lo juzgue cuando vea el video que postee aquí abajito, mejor entienda que, de vez en cuando, uno necesita sacar sus frustraciones y enterrar sus enojos. Después de todo, el panzón se rifa, ¿qué no?

18 de noviembre de 2010

¿Reir o llorar?


Como bien lo dice el título de esta entrada, querido lector, ya no sé si reirme a carcajadas o de plano echar la lágrima amargamente. Y tal vez usted se pregunte, ¿pero qué le habrá pasado? (o no), pero aún así se lo voy a decir.

Ayer me pusieron el nuevo video de Lucero. Sí, Lucero, la que salía en las pelis con Pedrito Fernández y Luis Miguel, la misma que se rifó una actuación honorable en la telenovela Lazos de Amor (en la cual interpretaba el papel de unas trillizas), la que le decía a su amante que le contara las "pecas de la espalda", la de la mamá que le bailó semidesnuda a un galán y fue grabada en el acto, la que año tras año llora en el Teletón porque no llegan a la meta de dinero...

Todo parece indicar que esta artista tan conocida en México decidió que todo lo que ha hecho tiene que dar un giro inesperado, entonces hizo este video, del cual no debe perderse:

1. La animación de entrada y el título: "Lucero presents".
2. El impresionante uso de los sintetizadores al principio de la canción.
3. Los outfits, lector, los outfits (o vestimenta).
4. La coreografía (nótese la simpleza, pues ella, a su edad, no puede moverse igual que antes).
5. La escenografía (entre ochentera y no te pases).
6. La letra de la canción.

Sé que probablemente Lucerito nunca leerá este post, pero por si acaso, le digo: "Por favor, señora, regrese a su casa, cuide a sus dos chamacos y atienda a Mijares".

17 de noviembre de 2010

Ay, ¿qué tiene?

Ayer abrí la puerta de la oficina, la de la calle, la que me lleva al coche después de un día de trabajo, y lo primero que vi fue una mujer, medio gordita, creo que iba vestida de morado con negro y traía un perfume que olía bien. Me saludó apresurada y me dijo que no cerrara. Sí, tenía prisa de entrar. Obvio no la conocía, pero como no tenía cara de asaltante o secuestradora, la dejé pasar sin preguntarle mucho.

Segundos después descubrí que la mujer se había estacionado frente a mí.



Sinceramente, lector, no puedo entender dos cosas: primera, que alguien sea tan incapaz de pegarse a una banqueta cuando tiene metros y metros por delante; segunda, que alguien sea tan inconsciente para dejar así su auto. Ahí está la foto, la señora tiene un severo problema con la medición de distancias, eso es claro, pero lo más aberrante del asunto (por lo cual yo le negaría una licencia de ayer en adelante) es el cinismo. Y todavía se atrevió a sonreirme antes de entrar a mi oficina, ¡pff!

16 de noviembre de 2010

Si lo hubiese sabido...

Seguramente le ha pasado, querido lector, que hace algo, lo que sea, y mete la pata (o sea le sale mal, o sea, el tiro por la culata, o sea... usted entiende, creo). Ejemplos:

1. Está saliendo con una(o) chica(o) que al parecer le corresponde. Llevan un rato, y decide que es hora de dar el siguiente paso... ¡tómela! Lo abren olímpicamente.
2. Tiene una lanita que no necesita y llega un amigo y le dice que tiene un buen negocio, redituable. A la hora de cobrar, su amigo ya no contesta el teléfono y... ¡tómela! Adiós lanita.
3. Se le antoja comerse una tortita de pastor en su taquería favorita. Le mete con Tokio a la mordida y al día siguiente... sí, ¡tómela! Una diarrea de su p..a madre.

Y sabe por qué le pasan todas estas cosas (y aquellas que no mencioné), lector, porque no está usted bien informado, no es usted una persona visionaria, vaya, tiene severos problemas de prevención. Por eso ha de consultar con los que saben antes de siquiera levantarse de la cama.

(Anuncio que me encontré en alguna página de internet).


12 de noviembre de 2010

¡Vuelve!

Viernes de videito, lector. Le pregunto, ¿qué haría si el verdadero amor de su vida se fuera? Mire esta opción.

11 de noviembre de 2010

Dile que digo que sí


He de decirle, lector, que yo no creo en el matrimonio; sin embargo, entiendo la importancia que tiene para muchas personas y hasta cierto punto también comprendo los procesos. Me refiero a que es una ocasión especial, desde la pedida, la entrega del anillo (con la respectiva respuesta de la susodicha), la fiesta (si es que la arman), la elección de lugares (aunque al parecer es más importante para las chicas), la contratación de grupo, de mesa de regalos, hasta el "gran día".

Ayer escuché en el radio la forma más estúpida de abordar el punto número dos: entrega del anillo. No sé cómo lo habrá hecho el enamorado, si se la llevó a la playa y le armó una cena o si se lo entregó afuera de su casa mientras cantaba una desafinada canción acompañado de un mariachi barato, lo que sí sé es lo que hizo ella.

De entrada, se entiende que no le respondió en el momento, lo cual ya es deprimente sino que esperó hasta que W Radio tuviera en sus instalaciones a los muchachones de Café Tacvba (sí, el grupo musical), que estuvieron en entrevista para un programa denominado Foro W, donde invitan a gente para que platiquen con los entrevistados.

Resulta que esta mujer, con total falta de sensibilidad, le pidió a uno de los integrantes de la agrupación que, al aire, dijera por ella que sí se casaba.

¡Fack! Es como si la novia le mandara un mail diciendo que acepta. Yo que él, le dedicaba "Ingrata", rola que hicieron famosa los Tacvbos.

9 de noviembre de 2010

Compu vs. abue

Los miembros de algunas generaciones damos por hecho que usar una computadora es muy sencillo, pero sólo lo afirmamos porque estamos acostumbrados a tener una todo el tiempo, desde hace tiempo. Incluso yo, a mi cuarto de siglo de vida (bueno, un poquito más), aún no entiendo algunas cosas.

Ajá, ¿y eso qué? Ah, pues es que hace unos momentos olvidé (por un milisegundo) cómo escribir una mayúscula. Y luego recordé que a mi abuelo le han ofrecido, en más de dos ocasiones, una lap top para que se divierta, y el señor, sin pensarlo, ha dicho que nel pastel. ¿No creee que los dos pensamientos tengan algo en común? Sólo imagine: si yo, un tipo que lleva más de 10 años usando una compu, olvida cómo poner una mayúscula, lo que sufriría mi viejito de 80 para siquiera ir al menú y abrir una ventana.

De ahí que los señores y señoras (ya sé que no todos, todavía se puede encontrar por ahí un mail que sea mariaisabel1932@hotmail.com) vean estos aparatos, y otros tantos, como el iPhone, y expresen:

- Es cosa del diablo.
- Ay, mijito, cómo le haces para entender tanta cosa.
- ¿De verdad está del otro lado del mundo y lo podemos ver en la pantalla?
- Prefiero escribir a mano.
- ¿Y a mí de qué me va a servir ese aparato?

Entre otras... ¿se sabe algunas, lector?

El submarino


Estimado lector, qué revitalizante es nadar. No sólo es el ejercicio más completo sino que nos da la oportunidad de pensar mientras atravesamos los metros que tiene la alberquita. Hoy, precisamente después de mi sesión matutina, recordé algo que me sucedió cuando todavía era un mozuelo.

La piscina no era chica, de hecho, si la memoria no me falla, tenía dimensiones olímpicas. No estaba tomando clase; sin embargo, como traía los conocimientos frescos, iba de un lado para otro practicando el estilo pecho cual ranita de río.

Patada que impulsa la cabeza para que salga y tome aire junto con una brazada simétrica. Luego, cabeza adentro y brazos estirados, como si quisiera alcanzar la pared que se encontraba a varios metros aún y repetía el movimiento una y otra vez.

De pronto, en una de esas salidas a la superficie, vi que la gente comienzó a irse. El gran reloj de la pared (números rojos, digitales) todavía marcaba las 12 o 1, temprano para un día soleado de verano. Me quedé solo; la mitad sur de la alberca seguía en lo suyo, la norte había huído.

Una euforia colectiva se había apoderado de la mayoría de los bañistas y yo, concentrado en lo mío, no lo había notado. Alguien dijo algo, avisó de una situación y, como reacción en cadena, todos abandonaron el agua.

De pronto, cuando me impulsaba desde la barda para dar la vuelta número no sé cuál, vi que un objeto "no identificado" flotaba a lo lejos. El impulso me llevó directo hacia él. Patada, brazada, regreso la cabeza al agua y, al lado de mí, cual medusa grácil, un mojón de unos 10 o 15 centímetros casi rozó mi rostro.

Efectivamente, un mocoso hijo de puta había tenido a bien depositar sus desechos en donde mejor le vino en gana, sin importarle la presencia ajena. Su submarino café casi colisiona con mi cuerpo. Lo único que pude hacer fue apretar la boca y nadar lo más rápido posible para salir de la zona de guerra.

8 de noviembre de 2010

¿Marchar o no marchar?

Ayer mi primo tuvo que ir al sorteo del servicio militar. Por si no lo sabe, querido lector, hay de tres sopas: bola negra, que significa que el susodicho que la obtiene se "salva" de hacerlo; bola blanca, ya se fregó; y bola azul, se va pa' la Marina (o sea, se fregó). Pero eso sólo es un dato cultural.

El asunto es que recordé cuando me tocó ir al sorteo. A pesar de que ya me habían dicho que si era de los primeros en llegar probablemente me "salvaría", el nervio estaba a todo lo que da, porque ¿quién quiere marchar con los soldados?

Era una mañana fría. Cientos de jóvenes estábamos en una gran explanada, no recuerdo dónde con exactitud, sólo sé que en la delegación Tlalpan. El sorteo empezó de atrás para adelante, o sea, se sacaba bola para los que se habían registrado al último.

Había de todo, desde el chavito fresoide que se lamentaba al oír su nombre seguido de un "blanca", hasta el arrabalero que se burlaba con saña de los que corrían con la misma suerte que el fresoide. También estábamos los callados, a la expectativa.

De pronto, el militar que estaba haciendo el sorteo dijo un nombre: Juan García (no que fuera ese). Guardó silencio y se dirigió a la concurrencia: "A este joven no le vamos a sacar bola", comentó.

Por supuesto, el griterío no se hizo esperar. Hubo consignas de todo tipo, chiflidos mentadores de madre, una grosería por aquí, otra por allá, reclamos (¿por qué a él no?, ¿de qué privilegios goza?) y mucho, pero mucho enojo. Así somos los mexicanos, antes de saber el por qué ya estamos armando un pedito.

El militar calmó a la "chaviza" en pocos minutos y se volvió a dirigir a nosotros: "Jóvenes, ya estuvo, no le vamos a sacar bola porque él decidió hacer el servicio voluntariamente..."

Una vez más, el griterío no se hizo esperar, pero esta vez todos los comentarios estaban dirigidos al pobre Juan: ¡pendejo!, ¡pinche babosoooooo!, chiflidos mentadores de madre, risas burlonas y toda clase de mofas debieron haberle taladrado los oídos a García.

Al parecer nadie vio nunca a Juan García, pero, así somos los mexicanos.

¿Mi suerte? Eso fue otra cosa. Antes de que llegaran a mi número, que era el 60, las bolas de la urna ya se habían terminado.

5 de noviembre de 2010

Tribu warrior


Y no, querido lector, no es el ganador al mejor disfraz de la fiesta de Halloween del sábado, es una imagen del fotoperiodista Brent Stirton. Y ya sé que su nombre no le suena (tal vez ni siquiera le importe), pero para que lo sepa, este señor ha publicado fotografías en National Geographic Magazine, The New York Times Magazine, The London Sunday Times Magazine, Smithsonian Magazine, The Discovery Channel, Newsweek, Le Express, Le Monde 2, Figaro, Paris Match, GQ, Geo, Stern y CNN.

Además, el chato viaja 9 de los 12 meses que tiene el año sólo para capturar momentos como ese que tiene allá arribita. Puede entrar a su pa´gina y revisar sus proyectos aquí.

4 de noviembre de 2010

De colores

Sé que usted es muy perspicaz, querido lector, pero aun así intentaré que averigüe qué es esto o que pasará después de la primera imagen. Se supone que es una broma, pero una broma artística, desde mi punto de vista.

Pasos 1, 2 y 3: usted va a la papelería y compra una caja de crayones, luego los corta hasta las puntas y los coloca como se muestra en la foto, finalmente abre el auto y acciona la palanca de los limpiadores.



Pasos 4, 5 y 6: usted se esconde detrás de unos arbustos, luego la víctima se sube a su auto y, como los crayones no se ven (y están calientes y aguados por el sol), cuando lo enciende se sorprende de lo que le pasa a su parabrisas, finalmente usted sale y, sonriente, confiesa su travesura.



Es como la clásica de embarrar jabón en el parabrisas, pero con más caché y un poco de tendencia sexual (aunque siempre puede cambiar la combinación de crayones).

3 de noviembre de 2010

El yugo


Escribí este texto hace unos días, hereje lector, mientras escuchaba un sermón de un padre, en una iglesia del Distrito Federal. Ha de saber que mi fe no anda muy bien estos días, de hecho no lo ha estado desde hace varios años, cuando me di cuenta de que dios... no existe.

Ahora estoy en esta banca de madera y veo a dos señoras, de unos 50 años, que primero se echaron la culpa por haber pecado y golpearon sus pechos mientras en su rostro se dibujaba un rictus de sufrimiento. Luego cantaron con esas voces chillonas algo así como "sin ti no hay vida". (¡Vaya sufrimiento!). Después, una de ellas leyó a San "Algo" y la otra pidió la limosna; la canastilla quedo medio vacía (pinche crisis).

Pero lo que mas me llamó la atención de estas dos señoras fue la soledad que transmitían: se entiende que son dos amigas, o tal vez hermanas, viejas, incluso viudas, se entiende también que dedican su vida a la iglesia, pues se mueven a voluntad en el recinto y, sobre todo, cada vez que el sacerdote daba una opinión, ellas asentían positivamente con la cabeza...

(Bajo ese yugo invisible de los borregos, frente al pastor).

1 de noviembre de 2010