28 de abril de 2011

El trapo


Seguramente ha escuchado hablar de la famosísima Sábana Santa, o Sudario de Cristo, o Sudario Santo, o Sudario de Turín. Si no, es usted un verdadero hereje, así que le explico: hubo una vez un señor llamado Jesús (Jesucristo), quien tuvo a bien morir por todos los pecadores (o sea todos los seres humanos). Murió crucificado, y en su tiempo, hace miles de años, decían que se lo echaron por revoltoso. El caso es que este hombre tenía una relación muy cercana con dios (o sea, era VIP). Después de su muerte, cubrieron su cuerpo con un sábana, y al parecer la imagen de su rostro quedó impresa ahí. Bueno, ahora ya puede persignarse, si es usted un ferviente cordero.

Ahora viene lo mejor. Estoy leyendo un libro titulado El Sueño de Inocencio, escrito por Gerardo Laveaga, en el cual se narra el clímax y la caída de Inocencio III, uno de los papas (vicario -representante- de dios en la Tierra) más poderosos de la historia. En una escena, el papa recibe a un sacerdote que envió cierta misión y éste le muestra una tela con la imagen de un tipo, y le explica que la creó otro tipo en alguna región de Europa. Inocencio, que estaba decidido a crear un símbolo que representara la cristiandad, lo tomó y tuvo una idea. Meses después, el mismo sacerdote regresó al despacho de "su santidad", quien lo llevó a la capilla privada. Ahí le enseñó dos telas: la artesanía original y una copia exacta que habría de convertirse en el trapo con el que cubrieron a Jesús después de su muerte.

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