3 de noviembre de 2010

El yugo


Escribí este texto hace unos días, hereje lector, mientras escuchaba un sermón de un padre, en una iglesia del Distrito Federal. Ha de saber que mi fe no anda muy bien estos días, de hecho no lo ha estado desde hace varios años, cuando me di cuenta de que dios... no existe.

Ahora estoy en esta banca de madera y veo a dos señoras, de unos 50 años, que primero se echaron la culpa por haber pecado y golpearon sus pechos mientras en su rostro se dibujaba un rictus de sufrimiento. Luego cantaron con esas voces chillonas algo así como "sin ti no hay vida". (¡Vaya sufrimiento!). Después, una de ellas leyó a San "Algo" y la otra pidió la limosna; la canastilla quedo medio vacía (pinche crisis).

Pero lo que mas me llamó la atención de estas dos señoras fue la soledad que transmitían: se entiende que son dos amigas, o tal vez hermanas, viejas, incluso viudas, se entiende también que dedican su vida a la iglesia, pues se mueven a voluntad en el recinto y, sobre todo, cada vez que el sacerdote daba una opinión, ellas asentían positivamente con la cabeza...

(Bajo ese yugo invisible de los borregos, frente al pastor).

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