23 de agosto de 2010

Chupacabras danés

Justo enfrente del número 18 de la Studiestraede, una calle no tan transitada del centro de Copenhague, un mexicano (que por cierto es muy mamón) y su esposa (que por cierto es danesa y muy buena onda) pusieron una tiendita.

Se trata de un local pequeño, de no más de 4 ó 5 metros cuadrados, en el sótano de un edificio ni tan nuevo ni tan viejo, o sea medio medio, usted entiende, lector. En este espacio venden cosas de México. ¿Y sabe cómo se llama la tienda? Hecho en México (sí, se rompieron la cabeza con el nombre, lo sé). Allí puede usted encontrar desde un zarape hasta un espantasuegras; un collar de plata de taxco o un jarrón de barro; un sombrero de mariachi o una máscara de luchador.



Es curioso, al parecer los escandinavos tienen una cierta fascinación por la lucha libre mexicana, supongo que por su colorido y su alegría, algo de lo carecen en gran medida. Bueno, el asunto es que, mientras platicaba con la dueña de la tienda, que me explicaba cómo llegaron a un acuerdo con Fonatur para exportar artesanía y luego se deshizo por burocracia y demás, entró un joven padre danés con sus dos hijos. Calculo que los chiquillos no tendrían más de 4 y 6 años respectivamente.

El papá se arrodilló frente a un anaquel donde descansaba la máscara de Blue Demon; se la puso y comenzó a rugir como si fuera un monstruo, a lo que sus hijos respondieron con risas y manoteos. Después pidió una máscara que estaba afuera: era verde y de los ojos se desprendían unas costuras que hacían las veces de antifaz en colores blanco, negro y rojo. El danés se la puso, rugió, los niños volvieron a reír y a manotear y, de pronto, el señor dijo: ¡aaaarrrrghhh, Chiupacabrah!



No pude contener la risa, no sólo por la forma tan cómica en la que lo dijo (debido a su acento), sino porque me parece risible que a México aún lo recuerden por eventos como éste...

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