25 de agosto de 2010

¡Qué mala broma!


Hace unas semanas asistí a un concierto en el Lunario del Auditorio Nacional. En el segundo set, después de la primera canción, dos muchachos, uno medio gordo y otro flaco, subieron al escenario. El gordo tomó el micrófono primero y sin mucho preámbulo, inició una conversación:

- ¿Te quieres casar conmigo? - dijo un tanto nervioso dirigiendo una mirada a una chica menudita de la primera fila, y se hincó para ofrecerle el anillo.

La chica, parada frente a él, tomó el micrófono.

- No... - respondió la susodicha con tono seguro.

Un silencio sepulcral inundó el foro por unos segundos que se hicieron eternos.

- ¿Por qué no? - preguntó un poco compungido el enamorado.
- No puedo pensar en alguna razón para no estar contigo...

¡Ah, pa' bromitas! Imagine usted, lector, lo que habrá sentido el pobre gordito por una broma que lo humilló (aunque fuera por unos segundos) frente a más de 500 personas. Vaya forma de comenzar un matrimonio...

Por si se lo preguntaba, el segundo hombre que subió al escenario también le propuso matrimonio a su novia, quien aceptó sin chistar, pero lamentablemente su sorpresa se había arruinado con la "comicidad" de la pareja anterior. Ni modo, esas cosas pasan.

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