22 de febrero de 2010

Todos somos humanos

Le cuento, estimado lector, que el domingo fui a la presentación de un libro titulado El Cártel de Sinaloa. Como es usted letrado e informado, seguramente ya imaginará de qué trata. A quien no: de una organización delictiva que trafica drogas. El autor es el periodista Diego Osorno. Vale la pena darle una hojeada.

El caso es que, para comentar sobre el libro, acudieron al recinto llamado Sala de Actos, en el Palacio de Minería, tres personalidades del mundo de las letras y el periodismo: Juan Villoro, Ciro Gómez Leyva y Roberto Zamarripa.

Me parece interesante esto de las "personalidades". Son como estrellas, como grandes rockstars que caminan con ese aire de grandeza digno de una diva. Tal vez no todos, por lo menos dos de los antes mencionados sí. Su porte simulado y esa seudo destreza que han adquirido a través de los años para manejarse como verdaderos líderes de opinión logran que la gente (y no miento, lector, lo vi) quede boquiabierta, como si fueran inalcanzables, como si no fueran humanos.

Así, entran el mamón de mamones, el que es más light pero aún denota arrogancia, y el que de plano sabe bien quién es, a dónde va y no necesita poses.



(En ese orden). Roberto Zamarripa, el gran Subdirector Editorial del periódico Reforma, más o menos a la mitad de su discurso, pronunció la siguiente oración (refiriéndose a Osorno, el escritor): "...en su blog que tiene Diego...".



Ciro Gómez Leyva, flamante director de Milenio Televisión, entró lento, cual Mum-Ra antes de convertir su "cuerpo decadente" en un monstruo de grandes proporciones. Algo le pasaba, estaba inflamado, pensé. Comió mucho picante, comenté. Tiene un amigo, me aseguró una chica en tono burlón.



Juan Villoro, mientras escuchaba las palabras de sus compañeros de mesa, (cito mi twit de aquella noche): con suma discreción, tomó la tapa de su pluma y extrajo un excedente de cerilla que se alojaba en su oído.

¿Y la gente lo notó? Todo parece indicar que no, pues son cosas que los dioses de la personalidad y la fama esconden tras éso mismo (la personalidad y la fama). Entonces reflexioné: no importa, siempre serán humanos, y como tales, se equivocarán al hablar, tendrán hemorroides o se lavarán mal las orejas (si es que lo hacen).

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