12 de octubre de 2010

Miradas


Con relación a la entrada de ayer (si no la leyó eche un vistazo abajo) un amigo me hizo un comentario. O bueno, me hizo dos: el primero tiene que ver con los motivos que tuve para escribirla. La verdad, lector, es que ayer, después de bañarme en el vestidor del club, me vi paseándome totalmente desnudo sin importarme lo que sucediera, hasta que noté que uno de los compañeros se hacía güey y trataba de observarme (allí donde le cuento) a través del espejo.

El segundo tenía que ver con los códigos de conducta en el vestidor. Yo aseguraba que no había pudor alguno, y eso puede ser cierto, pero mi amigo me dijo una verdad "muy verdaderísima", y es que, "uno de los códigos o reglas no escritas en el vestidor de hombres es, sin duda, verse a los ojos". Tal vez eso pudo haber existido hace unos años, cuando aún pisaban esta tierra los "caballeros" respetuosos y las ideas preconcebidas eran el pan nuestro de cada día.

Hoy, vivimos en una sociedad donde eso se ha ido perdiendo poco a poco. Hoy, tenemos "caballeras". Hoy, el verse a los ojos ha dejado de ser una cortesía, se ha olvidado. Hoy, por lo que a mí experiencia (la que le conté en el primer párrafo) respecta, el nuevo código es, para algunos, verse "al ojo".

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