19 de octubre de 2010

Robo (parte 1)

Rescato esta anécdota que salió a la luz el sábado, en una agradable charla con amigos.



El señor tuvo un accidente que dejó estragos en su pierna, por eso tenía que ir a rehabilitación. Tomaba su terapia en una alberca porque así le dolía menos. Esta vez no llevaba coche, sólo los 30 pesos que, en ese entonces, le alcanzaban para dos tortas, un refresco y el pasaje del camión. Cuando salió de la terapia y se dirigía al puesto de tortas, dos personas salieron de un parque aledaño: uno, armado con una varilla; otro, con un ladrillo.

- ¡Cáele con lo que traigas, cabrón! - exclamaron, finos y caballerosos.

El señor, resignado, les entregó una cadenita, la esclava que su mujer le había regalado y, por supuesto, los treinta pesos. Pasó junto al puesto de tortas y la señora, que lo reconoció y notó que estaba un tanto afligido, le preguntó qué había pasado. Él contó la historia.

- Sí, dos chavos, esos hijos de la chingada viven en los edificios de allá - explicó la amigable tortera.



Un tipo, ajeno a la conversación (chismoso), que había escuchado todo, le dijo al afectado:

- ¿Qué onda? Traigo un machete en el coche, ¿vamos?
- Pues vamos - contestó el otro sin pensarlo mucho.

El señor tomó el machete de la cajuela del tipo. Era un artefacto enorme, pesado. Se encaminaron juntos hacia los edificios antes mencionados y vieron que, en efecto, los sujetos vivían allí, pero ya estaban subiéndose a su coche. Los siguieron en el auto del tipo y, cuando se puso la luz roja, el señor se bajó, machete en mano (aunque cojeando) y le reventó la ventana a uno de los ladrones. El que iba manejando se asustó y aceleró; se embarró contra un microbus, pero después logró huir.



En la confusión, un chavo que iba en bicicleta se acercó a preguntar qué había pasado. Le contaron la historia. Se quedó pensando y luego dijo:

- Ah sí, esos, están allá, viendo lo de su golpe, los acabo de ver, si quieren los llevo.


CONTINUARÁ (mañana)

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