23 de diciembre de 2009

Anticipando


Distrito Federal, ciudad amarilla, ciudad de izquierda, ciudad perredista (de PRD) y, por lo tanto, ciudad jodida, le pese a quien le pese. Esta aseveración salió ayer en una plática con mi abuelo, panista (PAN) de corazón, pero no equivocado en cuanto a su percepción citadina de las políticas públicas actuales.

En menos de lo que canta un gallo terminará la gestión del actual Jefe de Gobierno capitalino, Marcelo Ebrard, quien irá, según voces de varios, a buscar la presidencia del país. Marcelo no puede perder la ciudad, y mucho menos su partido; la izquierda más fracturada del mundo no se puede dar el lujo de perder la ciudad más grande del mundo, por lo tanto hay que generar votos, votos y más votos.

Así, en una técnica que apela a los sentimientos de una sociedad incrédula y harta de todo, los diputados perredistas locales legalizaron el matrimonio entre homosexuales. Una "minoría" más que se suma a las huestes de un partido que, si nadie para, seguirá gobernando la gigantesca urbe mexicana con todas las consecuencias negativas que esto supone.

¿Y cómo parar esta situación? Han ganado los votos de los ambulantes, permitiéndoles operar; de los piratas, permitiéndoles vender; de los giros negros, permitiéndoles funcionar; de los comerciantes informales, permitiéndoles hacer negocio; y de los homosexuales, permitiéndoles el matrimonio.

Son mucho contra pocos, ¿no cree, lector?

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