1 de diciembre de 2009

Una ayudadita


Estados Unidos, una tarde cualquiera, después de la escuela, un pequeñín (o pequeñina) de cuatro años de edad termina de comer y procede, como seguramente todos los días (en su rutina eterna), a pasar a la sala para terminar la tarea que por algún motivo empezó antes de sentarse a ingerir los sagrados alimentos.

Como la madre está ocupada (lavando los trastes, viendo la tele o haciendo cualquier cosa que hacen las mamás después de comer) y sólo le ordenó al pequeñín o pequeñina que hiciera la tarea, éste(a) comienza. En primera instancia avanza con rapidez a través de las páginas y hace los ejercicios de gramática, un poco de caligrafía, etc. De pronto se topa con algo que requiere algo más de experiencia, es algo complejo, algo que sin duda no podrá resolver a menos que alguin le "eche una mano".

Como sabe que su madre se pondrá como loca si la interrumpe de su labor, decide pedir ayuda a alguien más. Se acerca al buró de madera, toma el teléfono y llama.

Escuche por favor.

Pedir ayuda es de sabios, me cae.

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