18 de diciembre de 2009

Historias de taxi


Hace algunos años, varios ya, solía usar taxis con frecuencia. En la actualidad no lo hago porque las distancias que tengo que recorrer son muy largas y evidentemente saldría más caro que usar mi auto. Cuando utilizaba este medio de transporte era el típico pasajero que le hacía la plática al señor don chofer (en realidad lo sigo haciendo), de hecho, esta explicación apunta a dos experiencias "taxísticas" recientes.

El sobrio

Abordamos el taxi callejero, de cuyas placas no puedo acordarme, a eso de las nueve y media de la noche, después de hacerle la parada a por lo menos 15 VW Sedán que, tal vez por ser dos hombres, no quisieron brindarnos el servicio. Mientras nos desplazábamos por la lateral del periférico, la noche se hacía cada vez más fría. Mi amigo decidió hacerle la plática al chofer, se me adelantó.

Íbamos a un festejo. Eso se lo adelantó mi compañero al señor. También le preguntó si él tomaba, a lo que respondió que ya no. Mi curiosidad despertó en ese instante, por lo que pregunté la razón. Dijo que porque una vez amaneció borracho, con el coche pateado. Mi curiosidad aumentó e hice el cuestionamiento pertinente. Respuesta: el chofer iba bien pedo, un día como cualquier otro, y un motociclista lo estaba molestando (según él), por lo que optó por aventarle el coche para quitárselo de encima. Acto seguido, los compadres del motociclista llegaron y le patearon el auto.

Mi amigo y yo nos volteamos a ver. Afortunadamente ya estábamos cerca del destino final.

El Pacífico

La conversación se tornó social, en particular sobre lo problemático que es lidiar con los famosos franeleros que abundan en las calles de la Ciudad de México y que, por increíble que parezca, cobran hasta cien pesos (7.8 dólares / 5.2 euros) por estacionarte en un espacio público del cual se sienten dueños, por supuesto, es algo así como el derecho divino.

Cuando la plática fluye entre pasaje y taxista, las historias, anécdotas, leyendas y mentiras por convivir no se hacen esperar. No pude descifrar a qué categoría pertenecía lo que me contó el señor don chofer: un día iba a ir a la tienda y se estacionó en la calle, un franelero le quiso cobrar y él se puso a la defensiva y se negó. El franelero se subió al cofre del taxi, por lo que el taxista se bajó del auto, lo tiró al suelo y comenzó a patearlo hasta el cansancio. Mientras se iba a la tienda, alcanzó a escuchar que su víctima profería amenazas de muerte para él y su familia.

"¿Cómo ve, joven? Es que sí se pone rudo, pero la verdad yo soy tranquilo. ¿Sabe cómo me dicen los del sitio? Me apodan "el Pacífico".

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