28 de febrero de 2011

No en el metro


Entiendo que en este mundo lamentable hay personas que pierden (o tal vez no desarrollan) el gusto por la vida, que se deprimen y están echados todo el día o pocas veces sonríen en la calle. Hay gente gris. Pero no importa su color, sino que en este universo de deprimidos hay uno que otro valiente, cojonudo, que tiene la determinación de "darse de baja" de la vida, lo que, en otras palabras, querido lector, significa: suicidarse.

Respeto a los suicidas, me parece que son personas muy valientes porque tomar esa decisión no es fácil, y mucho menos llevarla a cabo. Sin embargo, hay unos muy desconsiderados, lector. El otro día pasaron un caso de un señor que se quería aventar de una torre de luz, misma que estaba en medio de su colonia. ¿Se imagina? Ahí hay niños, ¡por favor! Deje usté que los chilpayates lo vieran, qué tal que el suicida le cae a uno encima y pa' qué le cuento.

Pero si cree que ese es inconciente, qué me dice del que, la semana pasada, decidió que era muy buena idea arrojar su humanidad a las vías del metro. ¡Hágame usted el fabrón cavor! Ya no hay moral, mire que detener el servicio de este importante transporte público de esa forma... Eso es egoísmo puro, le digo.

Así que, si un día piensa en suicidarse, ya sabe, de forma limpia, en un lugar secreto y rapidito para que no haya complicaciones.

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