19 de noviembre de 2009

Los números primos

El otro día fui a una paellada que por cierto estuvo muy buena y, mientras el chef freía el pollo, comentamos sobre el libro La Soledad de los Números Primos, de Paolo Giordano, que si mal no recuerdo ya comenté en alguna entrada. El libro no está mal, es de esas novelas sencillas y divertidas, con un par de personajes bien raros, bien dañados, o como dirían algunos, bien "malitos".

Platicábamos pues de este libro cuando uno de los invitados interrumpió para preguntar por él. Tómala, un matemático o algo así. Y que se avienta uno de esos datos que si bien uno nunca se los preguntaría, resultan muy, pero muy interesantes.

Uno se puede hacer rico si descubre un número primo, lo cual está cañón, porque como la numeración es infinita, la cifra es gigantesca, o sea, habría que pensar en miles de trillones o una enormidad parecida. Como debe usted saber, culto lector, los números primos sólo se pueden dividir entre ellos y entre uno, por lo tanto es sumamente complicado encontrarlos, sobre todo cuando miden esto o más:

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Imagínese saber, a estas alturas del partido, si en verdad ese número sólo se puede dividir entre él y uno. Por tanto, encontar un nuevo primo supone un gran hallazgo que se puede utilizar, entre otras cosas, en la seguridad. Según lo que mi poco educada mente (en mates, claro) comprendió, cuando uno inserta su nip en un cajero, hay dos computadoras que matchean las cifras y encuentran la clave de acceso, que resulta ser un número primo de dimensiones inimaginables, que sólo la compu sabe.

Así, un nuevo primo es casi imposible de rastrear por hackers o criptólogos, porque es muy grande. ¿Comprendió, lector? A mí también me pareció difícil. Es más, me disculpo si no lo supe explicar, pero más o menos capta la idea, ¿no?

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