18 de enero de 2010

Ganas de chambear


Un jueves como cualquier otro. 7 pm. Un Starbucks como cualquier otro. Me encontraba parado frente a la caja, tratando de elegir una de las tantas bebidas que este lugar ofrece. No soy fan del café de ahí, así que opté por un té helado, de hierbabuena, que no yerbabuena. En eso entró una señora de entre 40 y 50 años, no estoy muy seguro. Se aproximó con falsa seguridad a la barra y le preguntó a uno de los chavos que atendían: "¿Cómo le hago para ser parte del equipo?".

Bien, la pregunta en sí no tiene nada de extraordinario, se trataba de una persona que necesita(ba) trabajo y le pareció buena idea ir a un establecimiento donde, según encuestas de un conocido mío, pagan ocho pesos la hora y dan como prestación "estrella" cinco bebidas gratis al día (si mal no recuerdo). Decisión de la señora, quién soy yo para criticarla.

"Tienes que llenar una solicitud y traérsela al gerente en turno", contestó tuteándola el mocoso de apenas 20 años, y siguió con su trabajo: limpiar unas tazas.

Y pensé a la vez que ordenaba el té: esta señora quiere hacer algo para sobrevivir, para ganarse el pan, pero, ¿por qué acudir al Starbucks? En lo personal jamás he visto a alguien que supere los 30 años de edad trabajando ahí. ¿La contratarán? Evidentemente no tendrían por qué negarle la oportunidad, pero, ¿será una candidata ideal para cualquier puesto que se requiera, si es que se requiere, en ese establecimiento? Creo que nunca lo sabré, lector, y por ende usted tampoco, pero si me entero prometo contárselo.

Ah, por cierto, cuando la señora preguntó que cómo le hacía para unirse, lo primero que hizo el chavito que le contestó fue voltear a ver a su compañero, quien también escuchó la pregunta. Se vieron con ojos de "¿ésta qué?" y después vino lo que usted ya sabe.

No hay comentarios:

Publicar un comentario