5 de abril de 2010

Pura calidad


El metro de la Ciudad de México es fascinante. Un viaje por algunas estaciones no sólo permite apreciar la variedad de personalidades, estilos y gustos que conviven en una metrópolis como ésta, sino que, además, provee al usuario de cientos de opciones para pasar un buen día de compras.

Quizá ésta sea una de las experiencias más increíbles, pues no es necesario ir a un centro comercial y recorrer, con toda la flojera que esto implica, las decenas de tiendas que ahí existen. No, la magia es que, mientras uno recorre un trayecto que es necesario hacer, las tiendas van al consumidor.

Así, cualquier usuario puede acceder a gran variedad de artículos como paquetes miniatura de Kleenex (pañuelos desechables), chocolates, paletas, artículos de tocador, discos (recopilaciones musicales de distintos géneros), linternas que cambian de color, plumas (que no sólo sirven para escribir sino que son decorativas), relojes (que no sólo sirven para ver la hora sino que incluyen luces y un caramelo macizo) y hasta alimentos como alegrías y cuadritos de amaranto.

Todo en un solo lugar y, generalmente, a un mismo precio: 10 pesos. Usted podrá pensar, querido lector, que por ser comercio ambulante los productos son de mala calidad, pero para la sorpresa de muchos, quienes se dedican a esta actividad lucrativa no sólo lo hacen con gran habilidad y labia para las ventas, sino que garantizan la calidad de sus artículos.

En otras palabras, si usted no está conforme con los estándares de producción, puede regresar a reclamar y, con toda seguridad, le cambiarán lo que haya adquirido. Eso, claro está, si puede encontrar a la persona que se lo vendió.

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