17 de junio de 2010

Colgar los "teni"... ¡jamás!

¿Por qué será que a algunos de nosotros nos encantan los tenis viejos? Es un hecho, la sensación de ponerse un par nuevo y reluciente es incómoda. Tal vez porque están abultaditos y apestan a cochino (si es que el usuario no prefiere los de telita) y, por supuesto, porque su color es tan brillante que deslumbraría al mismísimo Stevie. Hablo de tenis blancos, porque los de colores por lo menos dan el gatazo de estar usados, o no, pero no se nota tanto.



El otro día me puse mis Adidas Norton, que son la prenda pa'l patín que más amo en la vida y que no he vuelto a ver en ninguna de las tiendas que he pisado. Mis Norton no son blancos (sólo tienen las tres rayitas de la marca) sino grises (otrora de gamuza negra).

Haciéndole honor a sus 10 largos y ajetreados años de vida, los Norton cuentan con sistema de aire acondicionado tanto en la suela como en el borde, sus agujetas son cortas (cortadas) para no tener que batallar con el amarre y al caminar se siente cómo las piedritas del pavimento se encajan en las plantas de mis pies.

Pieso que por lo mismo, cuando mi tía los vio, pensó que era momento para mí de invertir en unas "chanclas" nuevas. Debo confesar que lo pensé seriamente (unos cinco minutos) pero después los vi, me volví a enomar de ellos y decidí llevarlos, por enésima ocasión, al zapatero.

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