22 de junio de 2010

¡Salud, chaparrito!

Es un secreto a voces. Del tema hablan muchos pero pocos los han atestiguado. ¿Será? Ah, claro, hablo de lo que se dice por ahí, en el medio político, de que nuestro honorable y corto presidente, Felipe Calderón, es un borrachito de primer nivel.

Piense usted, querido lector, en un país de borrachos, donde al parecer el alcohol es el antídoto perfecto para liberar tensiones en todos los sentidos y para gente de todos los oficios, ¿qué razón habría para que el mismísimo jefe de estado no liberara las suyas (que deben ser hartas) en el fondo de un caballito de tequila?

Recuerdo que alguna vez un diputadillo, grillo, vulgar e irrespetuoso, como la mayoría, urgió a un secretario de estado, brother del "preciso" a explicar por qué el chaparrito no tenía agenda vespertina. Evidentemente el secretario no aclaró la cuestión y el asunto quedó en una mera suposición de que Felipillo dedicaba sus tardes gubernamentales a empinar el codo.

Hace unos días platicaba con un amigo que asistió a la inauguración de la exposición Moctezuma II: Tiempo y Destino de un Gobernante y éste me comentaba, sin mucha reserva, a decir verdad, que el buen Calderón subió al atril, obvió el discurso que buenamente le había preparado la gente del INAH y comenzó a hablar sobre el hallazgo, ahogado.

Así, me di a la tarea de encontrar el discurso. Juzgue usted, lector, si nuestro presidente bebe o no, yo sólo le dejo tres anotaciones:

1. Entre el minuto 5 y 6, habla de que hubo un "presidente" cercano a Moctezuma.
2. En el minuto 12:15, dice que en el reino de Felipe II "nunca se ponía el sol".
3. En el minuto 15:10 hace un movimiento corporal harto sospechoso.

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