6 de agosto de 2009

De la fábrica de sueños...

La terraza de la casa estaba llena de gente, algunos bailaban, otros sólo platicaban al calor de las copas. Sostenían sus vasos rojos, fiesteros, y altisonantes risotadas aderezaban el ambiente. Él había sido invitado por su ex novia, con quien pensaba que las cosas podrían funcionar de nuevo. Sin embargo (se encontraba solo, recorriendo el lugar al principio de todo) cuando se acercó a buscarla la encontró besándose con un conocido mutuo, más de ella que de él. Desconcertado, intentó tomar las riendas. La llamó enérgicamente para cuestionarla. Ahora estaban en uno de los cuartos, uniendo sus labios en un momento fugaz. Él pensó que la reconciliación estaba en su momento más álgido, pero craso error. Ella se levantó y salió de la habitación sin motivo aparente. La siguió por una escalera hacia abajo. Esa parte de la casa estaba abandonada: muebles viejos y polvosos, telarañas, hojas de papel y, al fondo, un baño con la puerta rota. Ahí se encontraba la única luz encendida. Se acercó con sigilo y la encontró al fondo del cuartucho, junto a un espejo quebrado por los años, seria, impávida, no notó su arribo. Unas cuerdas que estaban muy cerca del piso le impedían acercársele. Se agachó para sortearlas, ella reaccionó. Se dio cuenta de algo y con terror en el rostro le dijo: "¡Cuidado! ¡Es Hugo, cuidado!". ¿Quién era Hugo? El miedo lo paralizó, sintió la presencia fantasmagórica de aquel personaje desconocido. Se quedó como estatua unos segundos.

Cuando abrió los ojos, reconoció su cuarto, su cama, su cuerpo, bañado en sudor. Tieso, comprendió lo que había sucedido. Pensó que tal vez serían las 4 de la mañana, pasaron por lo menos 15 minutos antes de que pudiera conciliar el sueño otra vez.

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