2 de septiembre de 2009

Vamos al parque


Desde hace 20 minutos estoy escuchando el Tercer Informe de Gobierno. Desde hace 20 minutos estoy viendo a don Felipe parado en ese atril, con sus lentes y su calvita. Desde hace 20 minutos no oigo otra cosa que no se refiera a la lucha contra el narco: que si tantas armas, que si tantos encarcelados, que si no sé qué. Como si los spots en los que tanto dinero han gastado no nos lo hubieran repetido hasta el cansancio. Y la gente le aplaude... ¡Argh!

Por eso mejor escribo de otra cosa, porque ya me aburrí.

Imagínese que está usted sentado en un parque, en medio de la ciudad. Es un parque como el que usted guste, en lo personal lo prefiero con árboles frondosos que dan una sombra fresca, banquitas de madera, caminitos de piedras y pasto verde, muy verde, también una brisa fina. Entonces está usted en una banca, disfrutando de la vista o de lo que sea que le plazca disfrutar, cuando siente que hay algo a su lado. Voltea y ve a un lagarto de unos dos metros de largo, sacando su lengua bífida (o sea como la des serpientes, ya sabe, partidita en dos en la punta) y disfrutando, a su vez, de lo que los lagartos disfrutan al estar en un parque.

Imagine que está debajo de un árbol, con su pareja, descansando de una larga caminata y resguardándose del sol de mediodía, levanta la cabeza y ahí está un lagarto, en la rama más próxima, espiándolos, sereno. O puede ser que esté a la orilla de un lago artificial donde se puede nadar, está sentado tratando de decidir si entra o no al agua cuando no uno, nos dos, sino tres lagartos (al parecer una familia entera) salen del cuerpo de agua y se posan para tomar el sol, muy cerca de donde usted y su toalla se encuentran.

Bueno, para los habitantes de Bangkok esto es una realidad, pues los lagartos se pasean cual humanos por los parques y algunas calles de la ciudad. Seres tranquilos, que comen, peces, ranas y víboras, pueden transitar sin miedo porque la gente les teme. Además, como se trata de una especie protegida, las autoridades no han podido hacer nada (supongo que como buenos seres humanos ignorantes, lo único que les ha pasado por la mente es matarlos).

Así, los varanos acuáticos reclaman sus tierras, invadidas por seres humanos desde hace mucho tiempo, reclaman su derecho a no ser eliminados y lo pueden hacer porque están ahora protegidos por sus anteriores verdugos. Cuidado, Tailandeses que viven cerca de los canales, porque en Bangkok una niña de 9 años se sobresaltó al ver que no dormía con su osito de peluche, sino con un lagartote baboso y pestilente.

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